Pues es asombroso. Me recuerda, salvando las distancias, a los taxistas de Buenos Aires. Me llamó la antención el hecho de que un taxista cualquiera fuera capaz de hablarte sobre Aquitectura, Historia o Urbanismo con total soltura en cualquier carrera por la ciudad. En Madrid no se ve eso. Es más: es impensable.
¡Cuánta capacidad desaprovechada hay por el mundo!
Y también me recuerda esto al hecho de que la mayor parte de la gente que se infravalora es precisamente la que más vale (¡conozco tantos casos!). Y los que presumen de mucho son los que menos tienen.
Es verdad que es asombroso. Dan ganas de ir a echar un vistazo por allá. Es un guía turístico bien original, aunque los soldados me han parecido aún más entrañables.
Últimamente veo que las cosas son, con harta frecuencia, justo lo contrario de lo que parecen.
Bogotá es una ciudad que esconde una gran cantidad de lugares maravillosos cargados de historia, de tristeza, de alegrías. Pero sobre todo es una ciudad con una gente de gran calidad humana que es, quizás, el mayor patrimonio de ésta.
Bogotá, Capital de la república de Colombia, ocupa un lugar privilegiado en el centro del país, a 2640 metros de altitud. Ubicada sobre una extensa altiplanicie, la rodean fértiles territorios que albergan acogedoras poblaciones donde se desarrollan actividades industriales, agropecuarias y artesanales. Desde la época precolombina hasta nuestros días, Bogotá conserva costumbres y manifestaciones culturales que dan testimonio de la identidad de sus pobladores. Mitos y leyendas alternan con una fe religiosa heredada de indígenas y españoles que se vive hoy a través de solemnes y sentidas celebraciones. Esmeraldas, piezas de orfebrería, artesanías de todo el país, antigüedades, ropa y confecciones, joyería, reproducciones precolombinas, calzado y artículos en cuero, obras de arte, libros, música...
Hace algún tiempo mi esposo (español de nacimiento pero colombiano de corazón) me pregunto por el nombre de este instrumento tan característico dentro del folclor musical colombiano. Pues bien, aunque me de vergüenza admitirlo, en ese momento lo único que salio de mi boca fue: raspa. Si, así como lo están leyendo, raspa. Afortunadamente no dije eso y me quedé tan tranquila, todo lo contrario, cuando me pasan estas cosas, más a menudo de lo que me gustaría, empiezo a investigar para que no me vuelva a pasar y sobre todo para estar un poco más empapada de todos los aspectos culturales colombianos, en cualquier ámbito. Y me di cuenta de que no era que no supiera el nombre, como no saberlo si es un instrumento típico colombiano, es que no me acordaba. Debo admitir también que a medida que pasan los años fuera de mi Colombia del alma, me cuesta recordar las palabras que usamos los colombianos para referirnos a una u otra cosa, otro motivo más para investigar y refrescar la memoria. Pu
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¡Cuánta capacidad desaprovechada hay por el mundo!
Y también me recuerda esto al hecho de que la mayor parte de la gente que se infravalora es precisamente la que más vale (¡conozco tantos casos!). Y los que presumen de mucho son los que menos tienen.
"Dime de qué presumes y te diré de qué careces".
Últimamente veo que las cosas son, con harta frecuencia, justo lo contrario de lo que parecen.
Cuanto la añoro.